martes, 31 de julio de 2018

Era Digital

Nos encontramos en una nueva era y es que estamos metidos de lleno en la era digital, a pesar de que muchos de nosotros nacimos cuando todo era analógico.

Esta nueva era digital gira en torno a las nuevas tecnologías e Internet y está llevando a cabo cambios profundos y transformaciones de una sociedad que se mueve en un mundo globalizado. Estos cambios profundos suponen una verdadera revolución que nos toca vivir; a pesar de que –todavía– muchas personas no se hayan dado cuenta de lo que “tenemos encima”.

La era digital ha venido para quedarse definitivamente entre nosotros y se manifiesta a través de un verdadera revolución tecnológica (Internet, ordenadores, dispositivos móvil...) que está transformando de manera clara y profunda los hábitos, la vida y las costumbres de muchas personas para crear una nueva cultura “la cultura digital”.

Esta nueva "cultura digital" nos afecta directamente a nuestros sentidos y en especial al sentido de la vista sobre todo la luz azul que proviene sobre todo de pantallas.
Os dejo una explicación extraída de la web: https://eyezen.es/luz-azul/.

Las pantallas: emisoras de la dañina luz azul

  La exposición de los ojos a la luz azul-violeta ha aumentado de forma increíble en los últimos años debido, fundamentalmente, a tres causas:

  1. Las fuentes de luz artificial emiten en la banda de longitudes de onda de la luz azul más nociva para la retina. La luz visible de los LED y las pantallas de diferentes dispositivos (Smartphones, Tablets, ordenadores…) tiene un porcentaje mucho mayor de luz azul que las luces naturales.
  2. El uso de luces LED y de dispositivos electrónicos se ha multiplicado en los últimos años. Según un estudio de la Fundación Telefónica, un usuario de Smartphone mira su teléfono móvil unas 150 veces al día. A esto hay que añadirle las miradas a la pantalla del ordenador, a la tele, a la tablet… Además, estos dispositivos se usan en distancias cortas, muy cerca de los ojos, lo que aumenta el grado de exposición.
  3. La irrupción de los dispositivos electrónicos que emiten tanta cantidad de luz azul-violeta se ha producido en muy poco tiempo, sin dejar tiempo suficiente para que el organismo cree mecanismos fisiológicos de compensación para protegerse.  

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

    Protege tus ojos de la luz azul-violeta

    Hay muchas cosas que puedes hacer para mantener tus ojos a salvo de las emisiones de luz azul-violeta: 
    * Comer frutas y verduras. Los alimentos ricos en antioxidantes protegen frente a la DMAE. Un estudio científico difundido por la publicación internacional Ophthalmic and Physiological Optics, demuestra que las personas con cataratas suelen tener niveles bajos en su retina de dos antioxidantes: luteína y  zeaxatina. La luteína se encuentra en el kiwi, las uvas rojas, el calabacín y la calabaza. Las naranjas, el melón dulce, el mango y la papaya son ricos en zeaxatina. El maíz y las verduras de hoja verde, como el brécol, las espinacas o los guisantes verdes, contienen tanto luteína como zeaxatina. 

    *Usar lentes Crizal Prevencia de Essilor. Bloquean el 20% de la luz azul nociva, reduciendo el índice de muerte celular en la retina en un 25%. Además, gracias a que integran el tratamiento E-SPF 25, exclusivo de Essilor, estas lentes transparentes transparentes proporcionan 25 veces más protección a los rayos UV que si no llevaras nada. 

    *Usar lentes Eyezen de Essilor. pensadas para reducir la fatiga visual causada por la vida digital, estas lentes cuentan con tecnología Eyezen Focus, que reduce la fatiga visual y mejora la legibilidad de los caracteres pequeños. Integran también la tecnología Light Scan ®, que reduce el deslumbramiento, mejora el contraste y ayuda a prevenir el envejecimiento precoz de tus ojos.

    Protege tu visión.

miércoles, 25 de julio de 2018

Presentación Blog Montijo Ópticos y Audiología

¡Buenas a todos!

Hace un tiempo que tengo la idea de comenzar un blog para tratar temas de interés sobre la óptica, audiología y temas relacionados con este mundillo. En el que quiera pueda participar comentando sus opiniones o cuestiones que le puedan interesar.

Pues ha llegado la hora de comenzarlo y no podía ser de otra manera que haciendo una presentación a la altura.

Hace muchos años un gran amigo me recomendó un libro que se llama "Cuentos para pensar"de Jorge Bucay y hubo un cuento que me llamo la atención por encima del resto y que ha sido el que me ha dirigido en mi manera de vivir, de ahí que si me tengo que definir de alguna manera me defino como un Buscador, os dejo el cuento para que lo conozcáis:

El Buscador

Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos.
Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada y una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar.
El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Sus ojos eran los de un buscador y quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción:

“Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”

Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla y decía:

“Llamar  Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”

El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que lo conectó con el espanto fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba los once años.

Embargado por un gran dolor, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio que pasaba por allí se acercó, lo observó llorar en silencio durante un rato, y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

– No, por ningún familiar -dijo el buscador- ¿Qué es lo que pasa en este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en este lugar? ¿Por qué hay tantos niños muertos enterrados aquí? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente y que les ha obligado a construir un cementerio de chicos?

El anciano sonrió y dijo:
– Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré:
Cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de ahí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda, que fue lo disfrutado, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo…

¿Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana?, ¿dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… La emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿el minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿una semana?… ¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?… ¿Y el casamiento de los amigos?… ¿Y el viaje más deseado? ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano? ¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿Horas?, ¿días?…
Así vamos anotando en la libreta cada uno de esos momentos. Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo que hubo disfrutado, para escribirlo a modo de epitafio sobre su tumba.

 Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.

[Esta historia está extraída del libro: Cuentos para pensar de Jorge Bucay]